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ideas semanales

jueves, 28 de junio de 2007

PENSAR EN FUTURO (28 - JUNIO - 2007)

Algunos piensan que cuando se es joven se tiene por delante mucho futuro. Y piensan que, a medida que avanza la vida, cada vez quedan menos cosas que vivir. Y eso quizá sea matemáticamente cierto; pero es vitalmente falso.
En realidad la amplitud del futuro de cada persona es proporcional a su esperanza. A quien no espera nada del futuro quizá le queden años de vida por delante, pero serán años sin vida; años de zombi. ¿Para qué quiere el tiempo quien nada espera de él?
Hay otras personas que piensan y hablan en futuro; quienes viven inmersos en sueños y esperanzas; quienes sueñan con lo que hacen, porque creen en lo que hacen, porque creen en lo que sueñan. Y son felices. No viven más porque logren más, sino porque sueñan más. Y sus vidas son vidas logradas, aunque no alcancen grandes logros, aunque no todos sus sueños se hagan realidad; porque son los sueños los que hacen grande la vida, no únicamente los logros.
San Josemaría contaba de Alejandro Magno, “que estaba preparándose para hacer una gran batalla y, antes de comenzarla, repartió todos sus bienes entre sus capitanes. Y uno de ellos le dijo: pero, señor, ¿y a usted qué le queda? Y Alejandro Magno respondió: a mí, me queda la esperanza.”
[1]
¿Cuál es la clave para no caer en el desencanto, en el cansancio, para no envejecer y desalentarse, para no perder la esperanza cuando ya no nos queda nada, y abandonar los sueños? La clave está en la capacidad de querer. Para el que ama, el futuro es un horizonte atiborrado de sentido, lleno de ilusiones que están por llegar.
Quizá la mediocridad pudiera definirse como la vida de los que poco o nada luchan porque poco o nada esperan porque su amor es corto. Quizá la vida de un mediocre no sea especialmente mala, pero siempre resulta decepcionante: porque siempre hubiera podido ser mucho mejor.
[2]
[1] San Josemaría, Tertulia en Altoclaro, Venezuela, 10 de febrero de 1975.
[2] cfr. “Anatomía de la Juventud”, Rafael Gómez P. y César Suárez. Editorial El Drac.

jueves, 21 de junio de 2007

LA AVENTURA DE LA MUERTE (21 - JUNIO - 2007)

Peter Pan, abandonado por los piratas, atado a una roca que emerge en la laguna de las sirenas, espera la subida de la marea que le ha de ahogar. Allí espera asombrosamente tranquilo el momento de su muerte. “La muerte ha de ser una gran aventura”, se dice a sí mismo. Y sí que tiene que serlo. Tanto como la vida.
Una vez me contó un amigo cómo logró perder el miedo a la muerte: reflexionando sobre ella, se dio cuenta de que un segundo después de morir podría seguir diciendo “¡yo!”, y esa palabra seguiría teniendo para él el mismo y pleno significado que hasta un instante anterior había tenido.
De alguna manera piensan así todos los que a lo largo de la historia, y hoy, han tenido un motivo para vivir más fuerte y valioso que su misma vida. Personas que se atreven a la aventura de la muerte, porque su vida no es lo único que tienen. Les merece la pena consumir su vida, y la tienen empeñada a cambio de bienes más altos. Es gente que sabe querer: sólo el amor es más fuerte que la muerte.
Otros andan ocupados en lo que llaman calidad de vida, o la sociedad del bienestar. O llenan su vida de ambiciones personales, en su afán de poder, o de prestigio, o de dinero, o de placer. Violentan que todo se amolde a su propia horma. La muerte nunca les viene bien: ésa es una aventura para otros, porque su ambición no trasciende a su propia vida.
Aún queda un tercer grupo de personas, que no se mueven ni por ambiciones, ni por amores, sino por odios, que les llevan a tomar la vida de otros. No están dispuestos a morir, pero sí están dispuestos a matar. No quieren para sí la aventura de la muerte, pero embarcan a otros en ella: son los “capitanes araña” de la muerte.
Y en esta gran aventura de la vida, unos respetan la vida e ideales de los que ya murieron; otros seguirán matando, o intentándolo al menos, porque siguen odiando; ojalá no haya quienes mercadeen, a merced de sus ambiciones, con los valores por los que otros afrontaron la aventura de la muerte.

jueves, 14 de junio de 2007

DIVERSIÓN Y DIVERTIDOS (14 - JUNIO - 2007)

Siempre me ha parecido un tópico ridículo aquel que afirma que la juventud es la edad propia de la diversión. Porque me parece que es un guiño equivocado hacia mucha gente joven, que quizá se caracterice mejor por su inconformismo, su idealismo o su compromiso, y no explícitamente ni singularmente por su capacidad de diversión, que, por otro lado, es necesidad para toda persona, y no únicamente para quien tiene corta su edad. Conozco muchas personas divertidas, que no han dejado de serlo al paso de los años; que se divierten con casi cualquier cosa. Otras, en cambio, no saben prescindir de tecnología, movidas o montajes.
Hay personas que disfrutan igual en soledad que bien acompañadas, que tienen amigos con los que compartir las propias riquezas interiores. Pascal, en sus “Pensamientos”, afirma que “toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa, que es no saber permanecer en reposo en una habitación”. Es evidente que esta frase es una hipérbole. Pero tiene razón Pascal al decir que es una desgracia la de aquel que no soporta su propia soledad, y deja patente así su vacío y mudo interior. También dice Pascal que “pensar puede ser la mejor forma de diversión”. Pensar, reflexionar sobre uno mismo, interrogarse y buscar respuestas en la experiencia, en los propios sentimientos. ¡Qué interesantes pueden llegar a ser las reflexiones de algunos! ¿Y qué reflexiones tendrán aquellos que andan siempre prendidos de sus pinganillos, pendientes del último chascarrillo que cuente la radio, o mecido en el “chunga-chunga” de la música de moda?Y es que “la diversión no está en las cosas, está en las personas. Y quien sabe estar solo, sabe también estar con los demás en una relación, que al no ser ya superficial, resulta enjundiosa, divertida”
[1]. Enhorabuena a aquellos jóvenes a los que no se les engaña y no necesitan ni marcha, ni música, ni cerveza para reír y disfrutar, aunque evidentemente valoran, y mucho, la buena música, la cerveza fresca y la impagable compañía de sus amigos.
[1] “Anatomía de la Juventud” Rafael Gómez P. y César Suárez. Editorial El Drac

jueves, 7 de junio de 2007

PERVERSO ADOCTRINAMIENTO (7 - JUNIO - 2007)

Decía Rouco Varela, en el Club Siglo XXI[1], que tres son las ideologías que irrumpen actualmente con fuerza en la opinión pública y en el ambiente cultural y político. En primer lugar, un nuevo agnosticismo, cada vez menos escéptico y más dogmático, que impone sus verdades infundamentadas y el relativismo moral, que se establece como única norma válida para la convivencia. Declara sospechosa a la persona con convicciones; su fundamento para la verdad es el consenso, y su principal valor para la convivencia la tolerancia.
En segundo lugar la ideología de género, que otorga a cada individuo el derecho a decidir su identidad sexual sin límite alguno ni ético ni jurídico y en contra de la realidad biológica, antropológica y psicológica. Desde su dogmatismo, insulta la esencia de la familia y descalifica como homófogo a todo aquel que no acepta sus absurdos postulados homosexuales.
La tercera ideología es el laicismo, que erige al Estado como fuente última de la moral pública. La dictadura del laicismo no permite convicciones que configuren unos principios morales distintos a los que postula e impone el Estado.
En este ambiente liberticida el Gobierno impone la asignatura “Educación para la Ciudadanía” y pretende educar a niños y jóvenes entre los 6 y los 17 años en su relativismo ético. Impone su ideología partidista, con frecuencia contraria a las convicciones de los padres, que cada vez en mayor número manifiestan su decisión de objetar en conciencia porque no pueden permitir que se someta a sus hijos al ultraje y adoctrinamiento. El Gobierno contesta con amenazas, y ha llegado a negar, a padres y colegios, este sagrado derecho.
Como enseñaba Juan Pablo II, el respeto al derecho de objeción de conciencia es un signo emblemático “del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema o ambiente”
[2]. Se ve que en nuestro Gobierno falta algún ingrediente de libertad que dé contenido a sus vacías y perversas ideologías.
[1] A. Mª Rouco. Club Siglo XXI, “El Derecho a la Educación y sus titulares…” (30.01.07)
[2] Juan Pablo II. Carta Encíclica “Redemptor hominis”, n. 17

jueves, 31 de mayo de 2007

LA ASEPSIS DEL "SIN DIOS" (31 - MAYO - 2007)

Los padres, cuando deciden serlo, asumen la responsabilidad de educar, de ofrecer a los hijos los valores y principios que les permitan interpretar el mundo en el que han de vivir. Es una responsabilidad indelegable. Por eso, en condiciones normales, toda ayuda debe estar subordinada al querer de los padres: también la que presta el colegio, donde los hijos pasan más horas que con los padres. Es el colegio quien debe asumir los valores y principios de los padres, y no al revés. Por eso, es un derecho fundamental de los padres asociarse con otros padres para fundar colegios donde se compartan sus convicciones, o elegir qué colegio desean para sus hijos.
Porque no existe una educación vacía de principios. Es ése un engaño malvado muy extendido. Es el engaño de ofrecer una escuela plural, supuestamente válida para todos, y dificultar la aparición de un sano pluralismo de escuelas con convicciones que las sustenten: tan plurales como distintas pueden ser las legítimas convicciones de los padres.
Se me ocurre un ejemplo con la educación para la sexualidad. Muchos padres quieren ser los maestros en este aspecto de la formación de sus hijos. O desean que se les explique el protagonismo que tiene en la sexualidad el amor humano entre un hombre y una mujer; o el papel de Dios en el acto conyugal y en la concepción de un nuevo ser humano.
Pero viene entonces el discurso de la educación válida para todos con una sexualidad aséptica, “limpia” de valores y principios sospechosos. Y, en el mejor de los casos, y sin mentir, se habla de la anatomía y fisiología de la sexualidad. Y se elimina la referencia al amor, a la entrega sacrificada, a la aventura de la paternidad y la maternidad. Y se elimina toda referencia a Dios. Repito: eso, en el mejor de los casos.Y esta cobarde asepsia, más que lograr una educación ajena a cualquier principio, presuntamente válida para todos, ningunea esos principios hasta negarlos. Porque —y sigo con el ejemplo de antes— si existen principios que son parte esencial de la sexualidad… ¿cómo explicar a los hijos la total ausencia de referencias a ellos?

jueves, 24 de mayo de 2007

HABLAR DE DIOS (24 - MAYO - 2007)

Alguien me comentó que en mis comentarios de la COPE anda siempre Dios como protagonista; o al menos como actor secundario. Repasé entonces los temas últimos tratados: el sufrimiento, el dolor y la muerte, la dignidad humana y la maternidad y la familia y el compromiso y la fidelidad y la vida y el aborto y la sexualidad, la verdad y el relativismo, la libertad, la paz, el servicio y la alegría,… ¿Cómo he de poder hablar de estos temas al margen de Dios? Quizá alguien sepa hacerlo. O quizá, quien evita referirse a Dios, da respuestas que dejan frío el corazón. Respuestas abisales.
Hablando sobre su conversión, Leandro Mondadori recuerda lo que escribió León Bloy, en el siglo XIX, a modo de profecía: “Llegará el día en que los hombres estarán tan cansados de los propios hombres que bastará con hablarles de Dios para verles llorar.” Y al hilo de esta cita, Mondadori reflexiona: “cada vez estoy más convencido de que casi hemos llegado a ese momento.”
[1] Y yo comparto este convencimiento.
El laicismo imperante (asfixiante, iba a decir) no pretende negar la existencia de Dios; simplemente le ignora y le relega a la esfera del ámbito privado de cada uno. Como si Dios fuera una mera opción. Pero si Dios es opcional, entonces no es absoluto, y no es Dios. Y si es verdad que Dios está ahí, y si es verdad que quiere ser buscado y encontrado,… ¿por qué este maldito empecinamiento en negarle el pan y la sal?
Aceptar a Dios en la propia vida, explica el Papa, no implica perder “nada, nada —absolutamente nada— de lo que hace la vida libre, bella y grande. […] Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana.”
[2] Pese a lo que pudiera parecer, tal vez lo que el mundo anda buscando, hoy más que ninguna otra cosa, es que se le hable de Dios. Puede que el mundo no sea consciente de su ansia de Dios; pero eso sólo hace más desesperada esa necesidad y más reconfortante ese encuentro con Él.


[1] Leonardo Mondadori y Vittorio Messori. “La Conversión”. Página 72.
[2] Benedicto XVI. Misa Inicio de su Pontificado. 24 de abril, 2005

jueves, 17 de mayo de 2007

VEN Y VERÁS (17 - MAYO - 2007)

Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han recordado el ejemplo de los mártires de Abitinia, que desafiaron la prohibición de celebrar el Domingo y fueron martirizados hasta morir mientras declaraban que no les era posible vivir sin la Eucaristía. Es evidente que hay que tener claras las ideas y hondas las convicciones para vivir de ellas hasta atreverse a morir por ellas.
Con frecuencia me pregunto por qué hay católicos que no van a Misa, como está mandado y recomendado. En muchos casos, en esas omisiones no hay ni ideas claras ni convicciones profundas. Creo que la explicación de muchas de estas omisiones está en la dejadez, en la falta de formación: muchos de los que no acuden a Misa los Domingos, dejaron de hacerlo tiempo atrás sencillamente porque era más cómodo no ir: no tenían motivos para ir ni formación para entender lo que allí se hacía. Si no asisten no es por hondas convicciones sino por falta de ellas.
Una buena argumentación para ayudar a recuperar la costumbre de la asistencia a la Misa Dominical está en el capítulo primero del Evangelio de San Juan. Allí se cuenta cómo Felipe busca a su amigo Natanael y le anuncia que se ha encontrado con el Mesías, un tal Jesús de Nazaret. Ante la respuesta desdeñosa de Natanael —“¿de Nazaret puede salir algo bueno?”— Felipe tan solo responde: “Ven y verás”. Tres versículos más tarde, se lee la reacción de Natanael tras ese encuentro: “Señor, Tú eres el hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. No hay más argumentación que la del “ven y verás”. Y es que hay cosas que no merecen ser explicadas, sino que deben ser vividas.Estoy convencido que a muchos que no acuden a Misa les agradaría volver. Muchos son conscientes de que se lo deben a sus hijos. Sé de bastantes que han vuelto. Sin más lo dejaron. Sin más lo han retomado. De nuevo la misma argumentación sin argumentos: ir y ver. Y... ¿qué hay que ver?, puede preguntarme alguno. Y yo le digo que vaya, y que lo vea él mismo.

jueves, 10 de mayo de 2007

SENTIDO DEL SUFRIMIENTO (10 - MAYO - 2007)

Un buen amigo mío me hablaba de varios amigos suyos, a quienes acompaña ahora especialmente, que se enfrentan con enfermedades de mal pronóstico: malo porque no tienen curación y avanzan rápido; malo porque son dolorosas; malo por tantos que sufren con ellos. Y así, hablando, surgió la pregunta sobre el sentido del dolor y del sufrimiento.
La pregunta es vieja, y la respuesta no es sencilla. Por otro lado, ¿cómo pretender dar respuesta al dolor ajeno cuando quizá nunca se ha sufrido lo que el otro ahora padece? Hay preguntas cuya respuesta la tiene Dios; y preguntas cuya respuesta es Dios mismo. No sé con qué esperanza mira al sufrimiento quien no tiene a Dios como Padre. Los católicos afrontamos el sufrimiento con esperanza mirando a la Cruz.
No hay respuestas al sentido del dolor que hagan grato el padecerlo. La Cruz será siempre un misterio. Y ante ese misterio, lo que Dios hizo con su Cruz fue… ¡abrazarse a Ella! Y a eso nos convoca: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
[1]. Jesús, pocas horas antes de su Pasión, nos decía: “A donde yo voy sabéis el camino.”[2] Llegar a Dios por el camino del dolor: lo hemos visto en la vida y muerte de algunos amigos.
El sufrimiento es una evidencia incuestionable e insoslayable. Está ahí y siempre llega. No hay que evitarlo, sino afrontarlo. La pregunta correcta no es “¿por qué a mí?”, sino “¿para qué?”, o quizá mejor, “¿para quién?”, o también “¿con quién?”. El amor nos capacita fundamentalmente para sufrir, y no únicamente para gozar. Hay muchos padres y madres de familia que pueden explicar esto muy bien.
Dios necesitó el consuelo de un ángel en Getsemaní y la ayuda del Cireneo en su particular Vía Crucis. Por eso creo que la labor de compañía que realiza mi amigo con sus amigos enfermos es divina, porque “cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”[3].
[1] Lc 9, 23
[2] In 14, 4
[3] Mt 25, 40

jueves, 3 de mayo de 2007

ALEGRÍA Y ESTADO DE ÁNIMO (3 - MAYO - 2007)

Hablaba hace unos días con alguien que presta sus servicios en nuestra Universidad de Cartagena. Y me contaba que, en sus quince años de trabajo, había aprendido que lo más importante y necesario para atender bien a las personas que continuamente acuden a su mostrador es sonreír siempre. Verdaderamente es un hombre al que nunca se le cae la sonrisa de la cara; y todos se lo agradecemos.
Hace muchos años, cuando aún era niño, alguien me enseñó a darle gracias a la Virgen por la sonrisa con la que siempre me mira. Desde entonces veo siempre a la Virgen sonriendo. Y pienso que en algo se parecen a ella todos los que sonríen. Por lo mismo, cuando veo a alguien con la cara larga, pienso que algo endiablado le está sucediendo y me gustaría hablarle de cómo hay alguien que siempre le mira y siempre le sonríe. Porque la sonrisa es contagiosa.
Todos necesitamos con frecuencia vernos rodeados de rostros sonrientes. Yo creo que nadie tiene, salvo contadas excepciones, derecho a no sonreír. Hay quien piensa que la alegría o la tristeza son meros estados de ánimo; circunstancias que nos acontecen: “hoy me he levantado triste… ¿qué quieres que le haga?” Y así, día a día nos toca aguantar las malas caras, el aire antipático, la conversación sombría, de quienes en ese día han decidido que tienen el derecho a estar de mal humor.
Nadie tiene derecho a dejarse dominar por sus cambiantes estados de ánimo. No vale decir que uno es como es, porque en realidad uno no es lo que sus estados de ánimo antojan. Quien se deja llevar por la ira, a veces descontrolada; o quien trata a los demás según las simpatías o antipatías que le suscitan; o quien abandona sus proyectos ante el desánimo que surge con la primera dificultad; o quien se deja llevar por la desgana paralizante o vive bajo la tiranía de la cambiante ley del gusto; o quien es vulnerable en los afectos y llega a la susceptibilidad enfermiza;… ése no puede esperar sin más que los demás aceptemos cómo es: porque en realidad lo que debe pretender es ser cómo los demás necesitamos que sea.

jueves, 26 de abril de 2007

COMPROMISO Y FIDELIDAD (26 - ABRIL - 2007)

Una vez me preguntó un amigo, padre de once hijos y viudo, si en el cielo querría a su mujer tanto como la quiso en vida. Es una buena pregunta: ¿es el amor esencialmente algo temporal, o puede aspirar a ser eterno?
Me acordé en ese momento del estribillo de una canción que dice: “y te seguiré queriendo / hasta después de la muerte. / No te creas que es mentira / que muerto también se quiere: / yo te quiero con el alma, / y el alma nunca se muere.” Es tan cierto que el amor puede ser eterno como cierta la existencia y eternidad del alma. Porque, ¿para qué querríamos el alma, si no pudiéramos amar por toda la eternidad?
Ese amor que perdura y no se pudre ha de ser un amor vivo y, por serlo, sufrirá amenazas, correrá peligros, estará compuesto de la suma de una serie de continuas batallas en las que está en continuo peligro su misma existencia.
El amor eterno quizá sea el resultado de un amor en continua crisis, nunca terminado, siempre haciéndose, que logra renacer una y otra vez de su propia ceniza. Por eso no envejece, es siempre nuevo, es siempre joven, en continuo estreno. El eterno es un amor en continuo perfeccionamiento. Quizá la eternidad sea la perfección del amor.
Y ¿qué persona logra un amor así: tan aparentemente frágil, que sobrevive en continua y arriesgada aventura? Será aquella persona que jamás pueda concebir ni prever el final de su propio amor; por eso, esa persona vive el riesgo sin temor a la derrota, porque no se le ocurre semejante posibilidad. Logra un amor así la persona que no tiene miedo a la fidelidad y mantiene su compromiso, pase lo que pase.
Para esas personas, hay un episodio de la vida que hace ya definitivamente eterno su amor aventurado: es el episodio de la muerte. La muerte, en esas personas, hace definitivamente eterno el amor que en la vida ha sido arriesgado, comprometido y fiel. Por eso la muerte, para esas personas, en el fondo, no es tan horrible. Y vale la pena.

jueves, 19 de abril de 2007

ACOMPAÑAR AL PAPA (19 - ABRIL - 2007)

Hace hoy dos años, el 19 de abril de 2005, el recién elegido Papa Benedicto XVI, se presentaba al mundo como “un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor”. Y, consciente de la enormidad que le venía encima, se consolaba considerando que Dios “sabe trabajar y actuar con instrumentos insuficientes”[1].
Cinco días después, el 24 de abril, presentaba su “programa” de gobierno: “no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, —decía— sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.”
[2]
Curioso programa: dejar hacer, dejarse guiar; desconfianza en sí mismo y confianza en Dios: “El Señor nos ayudará” decía después de su elección. Y continuaba: “María está de nuestra parte.”
[3] Dos apoyos: Dios y la Virgen.
Pero el Papa hablaba de un tercer apoyo imprescindible para poder llevar adelante su programa de docilidad: “No estoy solo” —decía— “no tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo.” Y ¿quién más está con él? “Me acompañan —aclaraba— vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza.”
[4] “Sobre todo confío en vuestras oraciones.”[5] Efectivamente, la Iglesia es demasiado peso para ser llevado sobre una sola espalda.
Dice un amigo mío que la vida de cristiano es como ir debajo de un paso de Semana Santa: todos viajamos bajo su cobijo, y cada uno arrima el hombro y lleva el peso que quiere. Dios, María,… y nuestra oración: esos son los tres apoyos del Papa. Animo a todos a rezar hoy especialmente por el Santo Padre. ¿Quién no sabrá dirigirle siquiera hoy una Avemaría a la Virgen pidiendo por él?

[1] Benedicto XVI. Primeras palabras después de ser elegido Papa (19 de abril, 2005)
[2] Benedicto XVI. Solemne Misa de Inicio de Pontificado (24 de abril. 2005)
[3] Benedicto XVI. Primeras palabras después de ser elegido Papa (19 de abril, 2005)
[4] Benedicto XVI. Solemne Misa de Inicio de Pontificado (24 de abril. 2005)
[5] Benedicto XVI. Primeras palabras después de ser elegido Papa (19 de abril, 2005)

jueves, 12 de abril de 2007

AMOR Y FIDELIDAD (12 - ABRIL - 2007)

Hace unos días me dijo un amigo: “mi mujer me quiere con obras; yo quizá la quiero más con las palabras”.
Mi amigo es hombre de hechos probados. Pero me pareció una confesión preciosa. Primero porque muestra que mi amigo se sabe querido; y eso es muy importante. Todos necesitamos una respuesta válida a la pregunta de ¿quién me quiere a mí? “Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada.”
[1] Por otro lado, mientras mi amigo sepa cuánto le queda por querer de verdad, las cosas irán bien en esa casa.
Llaman dichosos a quienes se casan con la persona a la que quieren; y más dichosos son los que aman a la persona con la que se han casado. Que el amor no es un punto de partida; es un punto de llegada, una meta, una razón para vivir: no me caso contigo, sólo, porque te quiera; me caso contigo, sobre todo, para quererte. “El amor es la ley fundamental y el objetivo esencial de la vida.” “Amar es arriesgarse a una aventura que dura toda la vida.”
[2]
Lewis, en su libro “Lejos del Planeta silencioso”, explica que el amor es algo que se toma toda la vida: “Cuando [uno] es joven debe buscar su compañera; después tiene que cortejarla; luego engendra hijos; después los educa y después recuerda todo esto y lo hace vivir dentro de él transformándolo en poemas y sabiduría. […] Dices que hay poetas en tu mundo, ¿no te enseñan ellos esto?”
[3].
Chesterton sí lo enseñaba. Explicaba que la libertad que más estimaba era la de obligarse a sí mismo. Se preguntaba qué sentido podía tener una promesa de la que no importa su cumplimiento. “Si juro fidelidad, —decía— ha de caer sobre mí la maldición en caso de infidelidad, o ya no tiene sabor la promesa.” “Yo necesito sentir que me obligo con mis pactos; que mis juramentos y compromisos son tomados en serio.”
[4]

[1] Card. Joseph Ratzinger. “Dios y el Mundo”.
[2] Ibid.
[3] C. S. Lewis. “Lejos del planeta silencioso”.
[4] Chesterton. “Ortodoxia”.

jueves, 5 de abril de 2007

EL MODELO DE JUAN PABLO II (5 - ABRIL - 2007)

La madrugada del 31 de agosto de 1939, a las 4.47 horas y desde el puerto de Gdansk, los catorce cañones del acorazado alemán “Schleswig Holstein” rompieron el silencio y abrieron fuego contra la fortificación militar polaca de Westerplatte. ¡Daba así comienzo la Segunda Guerra Mundial!
El 7 de septiembre el comandante polaco rindió la plaza. Fueron ocho días de heroica resistencia, sin apoyo exterior alguno, al acoso alemán por tierra, mar y aire: mil doscientos soldados alemanes, cuarenta y siete aviones de la Luftwaffe, el cañoneo desde el acorazado y la artillería terrestre.
El 12 de junio de 1987 Juan Pablo II hablaba a la juventud compatriota, en esa gloriosa plaza polaca. Se refirió a ese lugar como a un símbolo elocuente de fidelidad en un momento dramático. El Papa les contaba cómo allí, en 1939, un grupo de jóvenes soldados polacos, combatiendo contra el invasor alemán que disponían de fuerzas y medios bélicos claramente superiores, afrontó la prueba suprema ofreciendo un victorioso testimonio de coraje, de perseverancia y de fidelidad. En ese marco, el Papa animó a los jóvenes que le escuchaban a comprometerse con los valores e ideales que animaron a aquellos doscientos dos soldados a luchar en esa gesta heroica. «Debéis exigiros a vosotros mismos, aunque los otros no os exijan», les decía. «Cada uno de vosotros, jóvenes, encuentra en su vida un “Westerplatte”. Unas obligaciones que debe asumir y cumplir. Una causa justa, por la que se debe combatir. Un deber, una obligación, a la que uno no puede sustraerse; de la que no es posible desertar.
Juan Pablo II refirió este encuentro en su libro ¡Levantaos! ¡Vamos! Y allí escribió la siguiente reflexión: “Los hombres han tenido siempre necesidad de modelos que imitar. Tienen necesidad de ellos sobre todo hoy, en este tiempo tan expuesto a sugestiones cambiantes y contradictorias.”
Releía esas páginas hace tres días, cuando se cumplían dos años de la marcha de Juan Pablo II a la Casa del Padre. Y daba gracias a Dios por el ejemplo, también heroico, de toda su vida. Verdaderamente, es un modelo a intentar imitar.

jueves, 29 de marzo de 2007

BLASFEMIA Y DESAGRAVIO (29 - MAR - 2007)

El cristianismo no es un simple credo o una ideología. Como recordaba hace unas semanas el Cardenal Biffi, la salvación que Jesucristo vino a traer no se reduce a un conjunto de valores. Jesucristo era y es Dios y Hombre verdadero, alguien a quien se ama y se sigue. Todos los valores del cristianismo son nada sin la Persona de Jesucristo. Y quien tiene a Jesucristo, tiene todos los valores del cristianismo.
Y ¿qué decir de la Madre de Dios? Los católicos no entendemos nuestra vida sin su presencia amorosa y maternal. Me vienen a la cabeza y al corazón algunas frases de San Bernardo: “No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente a puerto, si Ella te ampara.”
Hablo de estos dos amores, los principales de todo el mundo católico, porque a muchos nos han herido con la noticia de las blasfemias contra la Santidad y Belleza de las Personas de Jesús y de María. Unas blasfemias del pasado que, ya caídas en el olvido y desconocidas para la mayoría, han sido, de nuevo ahora, torpe y masivamente difundidas.
Me emocionó lo que dijo el sábado pasado el Cardenal Cañizares en el santuario de Guadalupe: “¡Que no nos toque nadie a la Madre de Dios, nuestra Madre! ¡Nos pueden injuriar a nosotros, pero jamás, jamás, a la Virgen y a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor! Son lo más santo”.
Ante las injurias contra quienes amamos, hay una reacción lógica que nos lleva a desagraviar y a prodigar las alabanzas y muestras de afecto hacia las personas injuriadas. Estos días muchos hemos procurado estar más afectuosos con Jesús y con su Madre. Las fechas en las que estamos también invitan a actuar así. Mañana, viernes de Dolores, es la fiesta de la Virgen de la Caridad: allí están Ella y Él. Quizá un buen modo de responder a la ofensa por tan groseras blasfemias sea acudir en algún momento del día a visitar a la Virgen en tan señalado día.

jueves, 22 de marzo de 2007

DIGNIDAD E INDIGNIDAD (22 - MAR- 2007)

A la vista de muchas de sus decisiones, con frecuencia me pregunto qué entenderán los miembros del Gobierno por persona humana, y en qué convicciones fundamentarán su voluntad de proteger la dignidad de la persona. Porque verdaderamente, en muchos de los desacuerdos que tengo con esas decisiones suyas, hay un problema básico de dignidad. De dignidad humana.
Es muy grave que no haya un acuerdo sobre lo que se entiende cuando se habla de persona y de dignidad humana. Porque sobre la solidez de estos conceptos descansan los derechos humanos, que son “exigencias imprescindibles de esta dignidad.”
[1] Porque “la raíz de los derechos del hombre está en la dignidad que pertenece a todo ser humano”[2]. Porque “la fuente última de esos derechos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos […] o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y Dios su Creador”[3]. Porque el fin último de la sociedad es el respeto de la dignidad de la persona humana[4] y la tutela de sus derechos que por su dignidad tiene. Y ¿qué derechos ha de proteger un Gobierno que se equivoca al entender qué es el hombre?
En el mensaje Mundial de la Paz, Benedicto XVI ha hablado de la suma importancia y necesidad de tener claro el concepto de persona y de su dignidad, porque “una consideración “débil” de la persona, que dé pie a cualquier concepción […], abre las puertas a la intervención de imposiciones autoritarias, terminando así por dejar indefensa a la persona misma y, en consecuencia, presa fácil de la opresión y la violencia.” Y como alertaba el Papa, existe un grave peligro que amenaza la paz: “la indiferencia ante lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre”
[5]. En esta batalla ideológica está en juego nuestra misma dignidad, que es más que nuestra propia supervivencia.

[1] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 152
[2] Ibid, n. 153
[3] Ibid, n. 153
[4] Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 132
[5] Mensaje Mundial de la Paz. Benedicto XVI, 7 de noviembre, 2006

jueves, 15 de marzo de 2007

LIBERTAD Y PAZ (15 - MAR - 2007)

“Paz” es uno de los nombres más hermosos que Dios tiene. La palabra Paz se debe pronunciar con devoción y respeto. Ahora algunos hacen un uso pernicioso de esa palabra. Un uso grosero. Diría incluso que un uso casi blasfemo. En boca del gobierno, la palabra Paz va sonando a claudicación, a sometimiento. Con la belleza de esta palabra pretenden embaucarnos con un discurso falaz y lleno de mentiras.
En España no hay guerra, sino persecución. Las personas que la sufren no hablan sólo de paz; suspiran por unos valores que el Estado no siempre logra garantizar: la libertad y la justicia. Y el gobierno, en nombre de la paz, comete la indignidad de conceder una libertad injusta. A mí esta palabra, en boca de estos individuos, ya sólo me provoca arcadas. Son las nauseas que me causa la mentira.
Por todo esto, el sábado pasado, acompañado por un amigo, profesor, como yo, en la Universidad, marché a Madrid. Allí encontramos un ambiente festivo, alegre, lleno de colorido rojo y amarillo. No sé contar a la gente por miles o por decenas de miles, pero sí sé que vi a muchísima gente. Los accesos estaban masificados: las conexiones con la línea 2 de metro eran un hervidero humano. En la manifestación, estaba apretado por una multitud; a veces con sensación de agobio.
No vi gente extraña. Sí vi mucha gente joven. Y mucha gente mayor: me llamó poderosamente la atención ver también mucha gente muy mayor: con una edad que quizá hacía poco recomendable la aventura de estar allí. Muchos padres de familia, con sus hijos. Muchos hombres. Muchas mujeres. Mucho de todo. Pero mucho, todo, normal. Aquello fue una masa gigante de gente indignada, alegre, pacífica y normal.
A la vuelta, en una gasolinera a las afueras de Madrid literalmente invadida por más de cincuenta autobuses, y después de ver, con centenares de personas, un rato del partido Barça–Madrid, el empleado de la Estación de Servicio que me atendía me hizo ver cómo ZP había conseguido unir a los españoles: una masa enorme de personas unidas en la indignación.

jueves, 1 de marzo de 2007

IDEOLOGÍAS DE LA MENTIRA (1 - MAR - 2007)

No todo se puede inventar. Y, desde luego, no se puede inventar la realidad. Y menos la realidad sobre el hombre: lo que el hombre es en verdad. Lo que sí se puede hacer es falsear esa verdad y confundir a las personas.
Y ahora abundan algunos teóricos tontos y brillantes, sabios sin sabiduría que logran, entre la admiración de muchos y el desconcierto de otros, reinventar la realidad y “liberarnos” del sentido común de siglos.
Son imbéciles “modernos” que deshacen y deshonran el saber de generaciones enteras y llaman anticuada y superada la cultura heredada de quienes nos han precedido, que ignoran la inteligencia de millones de hombres pretéritos y la riqueza de las lecciones aprendidas de las experiencias ajenas.
Creen que no necesitan demostrar lo que afirman aunque contradigan la experiencia de siglos. Son hombres de hoy, y por lo tanto y por lo visto, merecedores de crédito y credibilidad. Su autoridad descansa en ellos mismos: lo que ellos dicen es necesariamente bueno porque es a ellos a quienes se les ha ocurrido. Sus ideas están a la medida de sus intereses o de sus villanías, y afirman que son a la medida de todos: pretenden que sus propuestas sean la verdad, y la verdad ha de ser lo que a ellos más les conviene.
Son tan arrogantes como malvados. Porque la mentira tiene por padre al diablo, y siempre que se inocula causa mucho dolor: más dolor cuanta más gorda es la mentira. Y sus mentiras las habremos de pagar todos. También, especialmente, las próximas generaciones, que heredarán su lamentable concepción del ser humano. Infringen una herida profunda, porque dañan la verdad sobre la dignidad del hombre. Pretenden fascinar con una falsa libertad que ignora la verdad sobre el hombre y sobre su destino.
Y muchos de estos intelectuales de pacotilla, que desconocen la verdad más intrínseca a ellos mismos, logran influir en las mentes de nuestros gobernantes, ayunos de ideologías y de convicciones. Y así les va. Y así nos va.

jueves, 22 de febrero de 2007

OPINIONES Y CONVICCIONES (22 - FEB - 2007)

Cuando me toca aguantar la conversación con alguno de esos que se atreven a hablar de casi todo, y se animan a formular afirmaciones un tanto arriesgadas, con un atrevimiento que es hijo de la ignorancia, termino siempre por preguntarles: “eso que me cuentas… ¿lo sabes o te lo imaginas?”; “¿lo sabes o te lo han contado?”; “¿te lo crees?”
Quizá la pregunta no es muy cortés. Pero es el único modo que conozco de poner fin al esperpento. Es evidente que no saben. Hablan de oídas: de lo que alguien les ha contado; o de lo que han visto por la tele, o han escuchado por la radio.
Saber requiere estudio y reflexión. Estudiar exige más esfuerzo que leer, o que ver un documental; y soñar, o imaginar, es más cómodo que pensar o reflexionar. Y tengo casi comprobado que a la abundancia de opiniones va pareja la escasez de convicciones. Porque una convicción descansa sobre una idea, y las ideas hay que estudiarlas y hay que pensarlas. Para estar convencido hay que saber. Para opinar basta tener ganas de hablar y una víctima que te escuche.
Muchos se animan a decir algo, sobre casi cualquier tema. Seguramente apenas saben algo del tema que abordan, pero a esos charlatanes les parece valioso lo que dicen simplemente porque son palabras de su propia cosecha. Como decía Federico Suarez, “hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen más argumentos que sus afirmaciones”.
[1]
Y lo peor de todo es que esas gentes que tanto opinan y tan escasos andan de estudio son marionetas en manos de los medios de comunicación. Porque su mente no se alimenta de verdades, sino de opiniones ajenas; y repiten los eslóganes de otros, porque no son capaces de formar sus propias opiniones ni de llegar a sus propias conclusiones. Son presas fáciles del error y de la manipulación. Correveidiles. Depredadores del pensamiento débil.
[1] Federico Suarez. “La honradez intelectual”, año 1979. En “Que los buenos no hagan nada”, Rialp.

jueves, 15 de febrero de 2007

VIDA , FAMILIA, ENSEÑANZA (15 - FEB - 2007)

Me echaba en cara un amigo el otro día que, cuando hablo en la COPE, no aprovecho para tratar de temas de actualidad. Luego, al concretar, comprendí que lo que él llamaba temas de actualidad más bien eran temas efímeros: temas de hoy, que mañana serán caducos.
A mí me parece que hay temas que no pasan, que son de un interés vital para el hombre de hoy. Y, en concreto, hay tres temas irrenunciables que están en la vida pública, en batalla encarnizada, y en donde perder es dejar de ser lo que somos. Esos temas son vida, familia y libertad de enseñanza. Más detalladamente los podemos enunciar así:
(1) “La protección de la vida en todas sus fases, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.” Hay asuntos de agitada actualidad: aborto, eugenesia, células madre, manipulación genética y eutanasia.
(2) La defensa de “la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio”. No es necesario recordar cómo recientemente se han equiparado con el matrimonio otras formas de unión, “que dañan a la familia y contribuyen a desestabilizarla, oscureciendo su carácter particular y su papel social insustituible.” Y…
(3) “La libertad de enseñanza y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.”
[1] Aquí está la batalla con la asignatura “Educación para la ciudadanía”, que viola descaradamente ese derecho básico de los padres.
Quizá sea apetecible repartir mandobles a tantos políticos que demuestran frecuentemente lagunas graves en su formación, en sus convicciones y en sus principios (o no principios). Pero prefiero dirigirme personalmente a quien me escucha y sugerir que debemos armarnos con argumentos creíbles para explicar nuestras convicciones.
Porque, en nuestro debate político… ¿cómo andamos de convicciones?
[1] Todas las citas de este artículo: Papa Benedicto XVI el 30 de marzo de 2006

jueves, 8 de febrero de 2007

LA VERDAD Y LA LIBERTAD (8 - FEB - 2007)

A lo largo del Siglo XX son muchos los millones de seres humanos que han sido maltratados bajo la bandera de la utopía comunista. Esta utopía prometía la justicia, pero robaba la libertad. Tras la caída del muro de Berlín, todos pudimos ver el infierno y no el prometido paraíso terrenal.
Otra utopía surge en el siglo XX y ofrece en el inicio del siglo XXI todos sus seductores cantos de sirena. Nos ofrece la libertad que nos negaba el comunismo; pero ahora nos roban la verdad. Es la trampa del relativismo: ¿qué más da la verdad si en realidad podemos ser y hacer lo que queramos?
El materialismo marxista inflingía una herida en la dignidad del hombre: no se puede negar gratuitamente la dimensión religiosa y trascendente del hombre. Pero no es menor la herida que, de nuevo sobre la dignidad humana, inflinge la falacia de la libertad sin estructura moral: la mentira de la libertad que ignora la verdad sobre el hombre. Hoy es preciso liberar a la libertad humana de la mentira del relativismo.
Todos conocemos la historia de Poncio Pilatos. Este hombre que condenó a muerte al Inocente a la vez que le formulaba una pregunta desdeñosa sobre la verdad: Y… ¿qué es la verdad? No es casualidad que en una misma persona se dé este escepticismo ante la verdad y esta cobardía para cumplir con su deber. Pilatos podría haber evitado una injusticia si no hubiera sido tan acomodaticio. Podía haber actuado como sugería la hombría. Pero no fue así. Prefirió mirar para otro lado, lavarse las manos, y olvidarse de que había una verdad (la inocencia del Reo) que él debía proteger. Era más fácil ignorar la verdad que comprometerse con lo que ella exigía.
¿Qué es la verdad? Es la misma pregunta que hoy podrían hacerse los miembros del gobierno cuando toman decisiones como la de liberar a un asesino que tiene a sus espaldas veinticinco inocentes bajo tierra. Estamos ante una decisión acomodaticia, que desprecia a la justicia que la verdad exige. Para ellos la verdad es lo que les conviene, que para eso son libres para inventarla. Mentira es aquello que pugna contra sus intereses. Y mentiroso es quien no se traga su indignidad.

OCASIONES PERDIDAS (8 - FEB - 2007)

Hace unos días me encontré, sentado en un banco, enfrente de un Sagrario, rezando, a un buen amigo mío. Dios me ha dado muchos amigos buenos, y se lo agradezco. Amigos de todas las edades. Éste del que ahora hablo es muy bueno. No digo que sea bueno sólo porque rece. Tiene veinte años más que yo, y aprendo de él, como procuro hacer con todos.
Al preguntarle por sus confidencias con Dios —con los amigos se habla de todo— me comentó que repasaba las muchas ocasiones perdidas que había en su vida. Y pedía perdón.
Me conmovió, porque sé que su vida es fecunda y generosa. Pensé que a muchos les convendría hacer un repaso de sus ocasiones perdidas. No es cosa de mayores: conviene hacerlo cuando aún se puede aprender a aprovechar la vida. La causa principal de una vida ineficaz es la falta de la autodisciplina necesaria para hacer en cada momento lo que se sabe que se debe hacer. Se aplazan asuntos importantes, ocupándose sólo de los más llevaderos, placenteros e inmediatos. Y luego, cuando quizá ya es tarde, uno se despierta un día y se da cuenta de lo que podría haber sido su vida. Y se lamenta por todas las oportunidades perdidas. […]. Lo dice el proverbio: «Si los jóvenes supieran... Si los mayores pudieran...»
[1]
Decía en una ocasión Juan Pablo I a un grupo de estudiantes: “También el Papa ha sido alumno de unas clases, bien en el Instituto […] o en la Universidad; pero entonces yo solo pensaba en la juventud […]. Nadie vino a decirme: “Tú te convertirás en Papa”. —¡Ah, si alguien me lo hubiera dicho…! Entonces habría estudiado mucho más, me hubiera preparado. Ahora, en cambio, soy ya viejo y no tengo tiempo. Pero vosotros, queridos muchachos, tenéis todavía tiempo, sois jóvenes, tenéis salud, memoria, ingenio: tratad de aprovechar al máximo estas cosas…”
[2]
Qué claras se ven estas cosas con la perspectiva de los años, y qué pena que no lo vean igual quienes tienen toda una vida por delante para luchar por lo que merezca la vida.

[1] Cfr. Las ocho claves del Liderazgo, Robin S. Sharma
[2] Juan Pablo I.

jueves, 1 de febrero de 2007

ALTERNATIVAS AL ABORTO (1 - FEB - 2007)

He leído hace unos días este elogio a la maternidad: “Sólo una madre humana puede participar en el milagro creador de Dios. Las madres están más cerca de Dios Creador que ninguna otra criatura; Dios se alía con las madres para realizar este acto de la creación… ¿Qué hay en este mundo más glorioso que ser madre?”[1]
En dos ocasiones nos cuenta el Evangelio de San Lucas que “María guardaba todas estas cosas [, las cosas de su Hijo,] ponderándolas en su corazón”[2]. Antes pensaba que eso lo hacía la Virgen porque su Hijo era quien era: el Hijo de Dios. Pero ahora creo que no es sólo por eso. María reflexiona y aprende de su hijo sencillamente porque Ella es Madre. Como María, toda madre necesita tiempo para reflexionar, para meditar en su corazón las maravillas que Dios enseña a través de la maternidad.[3]
Esta mañana me han preguntado quién soy yo para hablar sobre la maternidad. Desde luego, ningún varón será madre jamás: digan lo que digan algunos. Tampoco ninguna mujer ha sido madre antes de su primera vez. Si ellas se atreven a SER madres sin experiencia previa, quizá yo pueda atreverme a HABLAR. Por otro lado, todos tenemos una madre a la que agradecer nuestra existencia.
Tampoco San Pablo fue madre. Y también él habló de maternidad. Y, a aquellas madres que ya han visto crecer a sus hijos, les pide que sean “maestras del bien, para que enseñen a las más jóvenes a amar […] a sus hijos”
[4].
Y pensaba en el aborto. En el gran bien que harían muchas madres si se empeñaran y asociaran para mostrar a tantas otras, desorientadas, su sabiduría maternal atesorada por años. La razón y el sentido de la maternidad juegan a nuestro favor: ninguna madre desea el aborto: ¡Cuántas hubieran agradecido una alternativa!… ¡Cuántas hubieran agradecido haber oído hablar de la aventura de dar la vida!...

[1] The Cardinal Mindszenty Foundation, P. O. Box 11321, St. Louis, MO 63105
[2] Lc 2, 19
[3] “El amor que da vida”, Kimberly Hahn. P. 183
[4] Ti 2, 4–5

jueves, 25 de enero de 2007

ÁNGEL DE GETSEMANÍ (25 - ENE - 2007)

Peter Pan cuenta el origen de las hadas: “Mira, Wendy, cuando el primer bebé se rió por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos y éstos se esparcieron y ése fue el origen de las hadas.”[1] Y para salvar a Campanilla de Plata de una muerte segura, pide a todos los niños que creen en las hadas que rompan a aplaudir. Y Campanilla se salva, claro.[2]
Hace unos días comenté a un amigo mi intención de hablar en la COPE sobre los ángeles. Me contestó que creía que yo hablaba de cosas serias. Debe pensar que lo de los ángeles es algo tan fantástico como el País de Nunca Jamás.
Me sorprende que haya católicos que no creen en la existencia de los ángeles. Yo procuro tener mi relación constante con mi ángel de la guarda, que me acompaña allí donde voy. Dice el Evangelio que mi ángel contempla en todo momento el rostro de Dios.
[3] El de mi amigo también lo hace, pero él se pierde la oportunidad de hablar con su ángel de tantas cosas del cielo: ¿con quién hablará del cielo mi amigo?
Tengo otro amigo que dice que su ángel sale en el Evangelio. Cuenta San Lucas que la noche previa a la muerte de Jesús, en el huerto de los Olivos, era tal la angustia del Hombre–Dios que precisó de la compañía y consuelo de un ángel.
[4]
Ese amigo le puso nombre a su ángel. Le llamó Getsemaní: así se llama ese huerto donde Jesús tanto sufrió y donde el ángel le consoló. Y le pide a su ángel que se dedique a consolar a Dios–Hombre. Cada vez que lee el capítulo 22 de San Lucas ve a su ángel acompañando y consolando a Dios.
Más de uno pensará que el modo de proceder de mi amigo es infantil. Quizá. Lo que no sé es si eso es un argumento a favor o en contra de la fe y comportamiento de mi amigo: “Yo te alabo, Padre […] porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños.”
[5]

[1] Peter Pan, Capítulo 3: “¡Vámonos, vámonos! J. M. Barrie
[2] Peter Pan, Capítulo 13: “¿Creéis en las hadas?” J. M. Barrie
[3] Cfr. Mt 18, 10
[4] Cfr. Lc 22, 43
[5] Mt 11, 25

jueves, 18 de enero de 2007

COMPRENDER A DIOS (18 - ENE - 2007)

A Dios se le puede preguntar todo. Y puede ocurrir que Dios no tenga respuesta para algunas de nuestras preguntas. Y guarde silencio. Lewis, el autor de las Crónicas de Narnia, reflexionaba sobre ese silencio de Dios ante nuestras preguntas: “Cuando le planteo [ciertos] dilemas a Dios, no hallo contestación. […] Es como [si Dios] moviese la cabeza […] diciendo: «Cállate, hijo, que no entiendes.»”[1]
La vida tiene sus misterios. Y es demasiado compleja para lograr todas las respuestas. A veces erramos en el modo de formular las preguntas. Por ejemplo, ante el misterio del sufrimiento humano, en algunas ocasiones la pregunta adecuada quizá no sea “¿por qué?”, sino “¿por quién?”.
“Siempre recordaré —cuenta el filósofo José Ramón Ayllón— la pregunta de una conocida periodista, poco después de los atentados que conmocionaron al mundo en el año 2001: ¿Dónde estaba Dios el 11 de septiembre?” Su respuesta fue la única realmente a la medida del misterio del mal: “Dios está clavado en una Cruz, en agonía por ese atentado y por todas las barbaridades de la historia humana.”
[2]
El escritor francés Alphonse Daudet, en “Cartas desde mi molino”, narra una historia conmovedora: Al hijo de rey de Francia, al Delfín, le había llegado la hora de morir. El pequeño no entiende que, siendo el Delfín, tenga que morir tan pronto. —“Que muera en mi lugar Beppo, mi fiel amigo. Le pagamos bien y, como otras veces, ocupará mi puesto”. —El capellán le dice que la muerte es personal e intransferible. Al fin, llorando y volviéndose hacia la pared, el niño exclama: —“Entonces, ser Delfín, no vale de nada.”
El sufrimiento tampoco es transferible. Pero sí se puede compartir. Dios pudo hacerlo y se atrevió.
[3] Y lo sigue haciendo ahora. A veces nos falta comprender el sufrimiento de Dios, porque estamos demasiado ocupados lamentando el nuestro. ¿Quién consuela a Dios?

[1] C. S. Lewis. “Una pena en observación”, p 95. Ed. Anagrama, 6ª Edición, septiembre 1997
[2] José Ramón Ayllón.
[3] Cfr. C. S. Lewis. “Una pena en observación”, p 64. Ed. Anagrama, 6ª Edición, septiembre 1997

jueves, 11 de enero de 2007

EL AMOR QUE NOS PROTEGE (11 - ENE - 2007)

A muchos les amenazan ciertos miedos que les condicionan: miedo al qué dirán; a lo que piensen los demás; a ser mal interpretado; a ser minusvalorado, o rechazado; a caer mal, a ser criticados; a que descubran alguna limitación personal…
Y de esos miedos nace la necesidad de aparentar, de quedar bien, de agradar, de sentirse querido,… como fin en sí mismo.
Y llega la complicación interior… y la pérdida de la naturalidad… y la susceptibilidad… y las estrategias para conquistar el respeto y merecer la estima de otros. Y se vive una vida difícil, complicada, de farol. Agobiante. Triste.
Henry Nouwen en su libro “El regreso del hijo pródigo” explica muy bien este ruido interior. Dice Nouwen: “Hay muchas voces llenas de promesas muy seductoras, [que] llegan a lo más íntimo de mí mismo, allá donde me cuestiono mi bondad y donde dudo de mi valía. Me sugieren que tengo que ganarme el derecho a que se me ame. Niegan que el amor sea un regalo completamente gratuito”. Y estas voces suenan más fuertes “cuando olvido la voz del amor incondicional”.
¿Dónde encontrar el amor incondicional, el amor que no se compra ni se condiciona, que no se prostituye? ¿Quién me quiere a mí de esta manera? “Aquí [en la respuesta a estas preguntas] se desvela el misterio de mi vida”, dice Nouwen.
Benedicto XVI también ha hablado de esta necesidad de saberse queridos. Decía: “Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada. Precisamente quien se encuentra en una situación difícil resiste si sabe que alguien le espera, que es deseado y necesitado.” (“Dios y el Mundo”, p. 20)
Quizás se pueda definir a la familia como el lugar donde cada uno es querido, no por lo que tiene, sino por lo que es. Los fantasmas que a muchos asustan se harán más grandes a medida que la familia sea una institución más vulnerable. Si las leyes nos quitan la verdad sobre la familia, ¿qué refugio nos queda para aprender a ser personas?

jueves, 4 de enero de 2007

EL EMPLEO DEL TIEMPO (4 - ENE - 2007)

Ahora que comienza un nuevo año, quisiera hacer una breve reflexión sobre el empleo que hace cada uno de su tiempo.
El tiempo es indispensable: ninguna acción humana puede realizarse sin tiempo; es insustituible: nada puede hacer sus veces; es inelástico: no puede ahorrarse, ni acumularse, ni prestarse; es limitado y caduco: tenemos días de 24 horas que, al llegar a la noche, han quedado consumidas para siempre; y es inexorable: no podemos variar su dirección, ni volver a tiempos pasados, ni alterar su cadencia.
Además es el recurso más equitativo: todos tenemos días de 24 horas; y es el recurso repartido con mayor magnanimidad: todos disponemos de la totalidad de las 24 horas de cada día. Por eso siempre me ha extrañado la queja de algunos de que les falta tiempo: ¡pero si lo tienen todo! Podemos quejarnos de cómo lo empleamos. Pero no podemos decir que no tenemos el suficiente.
Lo que más importa a la hora de gestionar el tiempo es saber para qué lo queremos. Quien no sabe qué quiere de su vida no pierde el tiempo, pierde la vida, que inexorablemente discurre a través del tiempo.
Viene a mi memoria el diálogo de Alicia en el país de las Maravillas con el minino de Cheshire: “—‘¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir?’ —preguntó Alicia. —‘Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar’ —contestó el Gato. —‘No me importa mucho el sitio...’ —aclaró Alicia. —‘Entonces tampoco importa mucho qué camino tomes’ —concluyó el Gato.”
Todos debemos saber tras qué meta corre nuestra vida. No vaya a ser que después de andado mucho trecho alguno descubra que no va hacia ninguna parte, o que en realidad quisiera que su vida fuera de otra manera.
Y mientras lo pensamos… el reloj corre.

jueves, 28 de diciembre de 2006

NORTE Y LIBERTAD (28 - DIC - 2006)

Nadie se mueve por nada. Si fuese verdad que alguien actúa sin motivo, por eso mismo ese alguien no sería libre en ese obrar suyo. “La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar así, por sí mismo, acciones deliberadas.” (CEC 1744) Si la acción no es deliberada, por lo mismo, tampoco es libre.
Todos estamos de acuerdo en que “la libertad es ciertamente un derecho humano irrenunciable y básico”. Quizá también haya un acuerdo mayoritario con las palabras de Juan Pablo II, cuando dice que la libertad “no se caracteriza por el poder de elegir el mal, sino por la posibilidad de hacer responsablemente el bien, reconocido y deseado como tal.” (Juan Pablo II, aloc. 6.6.1988). Quizá no estemos luego de acuerdo en qué es lo bueno y qué es lo malo; pero cuando actuamos lo hacemos porque pretendemos alcanzar algo que consideramos bueno. Nuestro obrar tiende al bien.
Todos hemos de aprender a identificar el bien y el mal. La responsabilidad de ser libres exige una buena formación. Como dice San Josemaría, “La libertad no se basta a sí misma: necesita un norte, una guía.” (Amigos de Dios, 26).
No podemos ser tan ingenuos de pensar que nosotros o nuestros hijos sabremos encontrar, sin interferencias ni influencias, nuestro propio norte. Tampoco podemos permitir que nadie nos lo imponga: tampoco a papá Estado.
Hay padres que ya han decidido defenderse frente a esta injerencia del Estado en su intento de adoctrinamiento masivo con la asignatura “Educación para la ciudadanía”. En la web www.objetamos.com hay información disponible.
No digo que haya necesariamente que objetar; pero invito a todos los padres a plantearse si van a permitir que sea el Estado quien señale a sus hijos cuál es el norte que deben seguir. Porque aún tienen que decirnos cuáles son los fundamentos ideológicos de este adoctrinamiento. Porque, como ya ha quedado dicho, quien señala la estrella Polar marca el rumbo de nuestra libertad.

jueves, 21 de diciembre de 2006

NAVIDAD (21 - DIC - 2006)

Dentro de pocos días será la Navidad. No debo hablar de otra cosa. Llevamos semanas preparándonos para esta gran fiesta.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “la venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos.” (CEC 522) Siglos de espera de Dios, ansioso de venir al encuentro del hombre, de cada hombre y cada mujer. El mundo, el Universo entero, es el decorado que Dios ha creado para este encuentro. Como decía hace unos años el entonces Cardenal Ratzinger, “Dios ha creado el Universo para poder hacerse hombre y desparramar su amor.” (“Creación y pecado”)
Una eternidad esperando es algo que produce vértigo. Por eso es necesario prepararse. Y ayudar a los más pequeños a enamorarse de este acontecimiento. Y poner en casa un Nacimiento. Y cantar algunos villancicos. O leer en familia el capítulo 2 del Evangelio de San Lucas.
Recuerdo el Belén que se pone en casa de mi madre. Hasta el 24 por la noche, después de la Misa de Gallo, la cuna está vacía. Cuando era pequeño, buscaba entre las cosas de mi madre al Niño Dios. Buena pedagogía la de mi madre que me enseñaba a esperar esa venida.
Me gusta leer cada Navidad un libro que se titula “El Belén que puso Dios”, de Enrique Monasterio. Allí explica el autor que “la Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento”. Es verdad que estas fechas vienen cargadas de recuerdos, y de sensaciones gratas. Pero lo serán siempre mejores si no perdemos de vista la trascendencia de lo que celebramos. “Es el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le reservemos un rincón limpio; que nos lavemos las orejas para oír el villancico de los ángeles en la Nochebuena; que nos quitemos la roña acumulada, acudiendo al estupendo detergente de la Penitencia.”
Feliz Navidad, y que el Niño Dios nos bendiga a todos.

jueves, 14 de diciembre de 2006

PROCESO DE PAZ (14 - DIC - 2006)

Dice Chesterton en “Ortodoxia” que “El pecado del pesimista está en que no ama lo que pretende corregir.” Y explica que “para trasformar este mundo hay que estar enamorado de él”. Y aclara luego que es necesario, además, “estar enamorados de otro mundo —real o imaginario— para tener qué cambiarle al nuestro.” Y hablando de los habitantes de la antigua Roma, dice: “No amaron Roma por grande, no. Roma se engrandeció porque supieron amarla.”
No quiero aprovechar estas citas de Chesterton para intentar adivinar qué pensaría él si viviera y contemplara la extraña devoción que profesa el actual Presidente de Gobierno por España. Y, si es verdad eso que dice Chesterton de que “la fuente de toda energía creadora es esta devoción primaria por un sitio o por un objeto”, me temo que la energía creadora de nuestros gobernantes no es hoy de muchos Kilowatios.
Pero si seguimos leyendo en el mismo capítulo de este libro, Chesterton dice: “El progreso debiera significar un cambio constante con la mira de alcanzar el modelo, y resulta que [para algunos] significa un cambio de modelo.” Y sentencia: “En vez de trasformar la realidad para elevarla hasta el ideal, estamos alterando el ideal, lo cual es más fácil seguramente.”
Chesterton falleció el 14 de junio de 1936. Es, pues, evidente, que no podía pensar en el actual proceso de paz liderado por ETA y secundado por nuestro gobierno. Pero si viviera hoy, estoy seguro que nuestra historia presente le inspiraría palabras parecidas a las que le he leído.
Continua diciendo Chesterton: “Así pues, lo primero que pedimos al ideal que ha de gobernar nuestro progreso es la fijeza.” Y termina: “No importa que la humanidad fracase con frecuencia en la imitación de su ideal, porque todos los fracasos son provechosos. Pero, ¡terrible cosa que cambie de ideales frecuentemente, dejando inútiles todos sus fracasos!”
¿Qué entenderán algunos por paz?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

HACER AMABLE LA VERDAD (6 - DIC - 2006)

Explicando el porqué de su lema episcopal (“colaborador de la verdad”) el Papa Benedicto XVI decía: “escogí este lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona.”
Al miedo a la verdad se le llama relativismo. El relativismo rechaza el encuentro con la verdad por miedo a perder la libertad y la felicidad: si no hay verdad que comprometa, si nada se reconoce como definitivo, todo queda al final a la medida del antojo de cada uno.
En “Fe, verdad y tolerancia” el Cardenal Ratzinger decía que “la verdad y el amor son idénticos”. Es el amor lo que reconcilia verdad con libertad, y verdad con felicidad. La verdad es amable de por sí. San Josemaría decía que “la verdad es inseparable de la auténtica alegría”. (Surco 185)
Hacer amable la verdad consiste en mostrar que se encuentra mayor felicidad viviendo en la verdad que tratando de esquivarla. La única arma de la verdad es ella misma.
Hemos de servir a la verdad acompañándola siempre con el cariño y el respeto a la libertad de los demás. Como dice Kimberly Hahn, “Ocultar la verdad en nombre de la «tolerancia» no es amor, pero tampoco lo es coaccionar a la gente con la verdad.” (El amor que da vida, p. 137). Una verdad sin cariño se haría antipática e incluso inalcanzable, porque, como dice Juan Pablo II en “Fides et Ratio”, las verdades decisivas para la existencia «se logran […] mediante el abandono confiado en otras personas, que pueden garantizar la certeza y la autenticidad de la verdad misma».
La amistad, la alegría, el cariño y la actitud de servicio convencen y mueven a romper actitudes relativistas frente a la verdad. Bien lo expresan los muy conocidos versos de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad, / y ven conmigo a buscarla / La tuya, guárdatela”. Qué sencillo es llevar y acompañar a otros a la verdad cuando ésta se propone con cariño y con respecto.

jueves, 30 de noviembre de 2006

LA JUVENTUD Y EL AMOR (30 - NOV - 2006)

Hablando de la juventud, escribía Juan Pablo II en “Cruzando el umbral de la esperanza”: “¿Qué es la juventud? Es […] un tiempo dado por la Providencia a cada hombre, tiempo que se le ha dado como tarea, durante el cual busca […] la respuesta a los interrogantes fundamentales; no sólo el sentido de la vida, sino también un plan concreto para comenzar a construir su vida.” Y continuaba el Papa diciendo: “Si en cada época de su vida el hombre desea afirmarse, encontrar el amor, en ésta lo desea de un modo aún más intenso.”
Acertadamente, hay muchas personas jóvenes buscando en el amor el sentido de su existencia. Verdaderamente, el amor es la clave de la vida, porque es la sustancia de la que estamos hechos, la causa de nuestra existencia y la meta por la que vale la pena la vida: cualquier vida humana. De forma entusiasmante lo explicaba el Cardenal Ratzinger en su libro “Creación y pecado”. Decía el ahora Benedicto XVI: “Dios ha creado el Universo para entablar con los hombres una historia de amor. Lo ha creado para que haya amor. […] Dios ha creado el Universo para poder hacerse hombre y desparramar su amor.”
Estas reflexiones me las hacía al hilo de una conversación que mantuve hace unos días con una de mis alumnas. Me mostraba su temor ante un mundo que ella ve egoísta, falto de humanidad y de calor, donde no parece tener cabida la capacidad de amar. E intentaba explicarle que siempre es posible hacer humano el propio entorno, precisamente porque somos humanos, protagonistas de una historia de amor.
¡Si aprendiéramos a mirar a Dios con más frecuencia!

jueves, 23 de noviembre de 2006

LA ESENCIA DE LA VIDA (23 - NOV - 2006)

Cuenta el Génesis como “Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. E hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.” (Gen 2, 8–9)
Quien conoce la Historia Sagrada, sabe que Dios, luego, “impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»” (Gen 2, 16–17)
Y el primer hombre, Adán y la primera mujer, Eva, inducidos por el engaño de la serpiente, comieron de ése árbol. Fue el primer acto de desobediencia y rebeldía de la humanidad contra su Creador. Y Dios echó al hombre del Jardín del Edén. Así sigue explicándolo el Génesis: “Y dijo Yahveh Dios: «cuidado, no alargue [el hombre] su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.» Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén […]. Y puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.” (Gen 3, 22–24)
Ahora muchos buscan desentrañar la esencia de la vida. Es una investigación importantísima, a la que vale la pena dedicar tantos esfuerzos. Pero no se debe abordar sin respetar la intrínseca dignidad del sujeto sobre el que se investiga. Pienso que sólo quienes sepan respetar la dignidad del hombre llegarán con seguridad a la esencia de la vida.
Y me gusta leer lo que decía el Cardenal Ratzinger en su libro “Dios y el Mundo”: “Ignoramos lo que sucederá en el futuro en este ámbito, pero de una cosa estamos convencidos: Dios se opondrá al último desafuero, a la última autodestrucción impía de la persona. Se opondrá a la cría de esclavos, que denigra al ser humano. Existen fronteras últimas que no debemos traspasar sin convertirnos personalmente en destructores de la creación, superando de ese modo con creces el pecado original y sus consecuencias negativas”.

jueves, 16 de noviembre de 2006

DIGNIDAD HUMANA (16 - NOV - 2006)

Leía hace unos días en “El amor que da vida”, de Kimberly Hahn, lo siguiente: “Nuestra sociedad actual ha rechazado la llamada a instaurar una cultura de la vida en la que hombres, mujeres y niños, que han sido creados por Dios, sean respetados por sí mismos y no sean vistos como medios para alcanzar un fin. […] Tenemos una ética que reconoce el valor inherente a la vida de todo ser humano, por la única razón de que cada persona está hecha a imagen y semejanza de Dios. Pero nuestra cultura ha cambiado esta ética por una ética llamada «de calidad de vida», que basa el derecho a vivir de una persona en un juicio de valor subjetivo que se centra en si a la sociedad le merece la pena esa persona.
Tenemos que descubrir las raíces de la guerra cultural entre la vida y la muerte que se propaga a nuestro alrededor. No es demasiado tarde para restaurar la cultura de la vida.”
Es verdad que nunca es tarde para sumarse a la batalla por la vida. Me acordaba de otro texto que leí, escrito en el año 1981 por el entonces Cardenal Ratzinger, que decía: “nuestro destino depende por completo de que logremos defender la dignidad moral del hombre”.
Pero… ¿qué es y en qué se fundamenta nuestra dignidad? He aquí otro texto del Card. Ratzinger que ofrece una respuesta clara y preciosa: “[Cada hombre] ha sido llamado por [Dios]; […] es conocido y amado por Dios; ha sido querido por Dios. […] La vida humana está bajo la especial protección de Dios, porque cualquier hombre, por pobre o muy acaudalado que sea, por enfermo o achacoso, por inútil o importante que pueda ser, nacido o no nacido, enfermo incurable o rebosante de energía vital, cualquier hombre lleva en sí el aliento de Dios, es imagen suya. Esta es la causa más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana. […] Allí donde ya no se ve al hombre como colocado bajo la protección de Dios […] allí es donde comienzan a surgir las consideraciones acerca de su utilidad, allí es donde surge la barbarie que aplasta la dignidad del hombre.”

jueves, 9 de noviembre de 2006

EL EMPERADOR ESTÁ DESNUDO (9 - NOV - 2006)

“Hace muchos años había un Emperador que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. Un día llegaron a su ciudad dos farsantes que aseguraban tejer las más maravillosas telas: las prendas con ellas confeccionadas poseían la virtud de ser invisibles a toda persona incompetente o irremediablemente estúpida.”
Todos hemos oído este cuento de Hans Christian Andersen; cómo el Emperador les encargó un traje con esas telas mágicas. Reconocer no verlo era como inculparse de estúpido o incompetente. El mismo Emperador simulaba ver la tela. Y con las fingidas prendas simuló vestirse al fin.
Todos conocemos cómo acabó el engaño: ante el primer niño que presenció el lamentable espectáculo del Emperador en paños menores: “¡Pero si no lleva nada!”, gritó el chiquillo. “¡Pero si no lleva nada!” gritó, al fin, el pueblo entero.
Y el cuento se ha hecho realidad en la sociedad Española de hoy. Se nos quiere someter bajo la dictadura del relativismo y del pensamiento débil. Nos adoctrinan con mezquindades inverosímiles políticamente correctas sin fundamento alguno.
Se hace necesario recuperar la capacidad de sorpresa, perder el miedo al qué dirán, rescatar la inocencia perdida y desprenderse de la afectación y del engaño. Y se ve entonces la verdad en su clara evidencia: tan a las claras, como claro y evidente era que el Emperador andaba en paños menores.
Y nos percataremos de cómo, poco a poco, han devaluado los más preciosos tesoros. La vida de los hijos, ante un aborto hoy completamente liberalizado en la práctica. La estabilidad de los matrimonios, ante un divorcio express que habla de liberarse pero no de fidelidad. La verdad sobre la familia, ante la imposición a aceptar como tal cualquier emparejamiento de seres humanos. La dignidad de la persona, ante leyes que conciben, en aras de la ciencia y de la salud, la creación de seres humanos a la carta y la manipulación genética.
Y todo es… una gran mentira.

jueves, 2 de noviembre de 2006

SEXO Y GÉNERO (2 - NOV - 2006)

La nueva doctrina del hombre seudo-liberado nos quiere convencer de que las diferencias entre hombre y mujer son puramente convencionales, meras construcciones sociales, felizmente superadas. Ahora lo políticamente correcto es aceptar que el género (es extraño: ya no se habla de sexo sino de género) es algo que se construye, algo a lo que se opta.
Nos insisten en que no hay dos sexos, sino diferentes y variadas orientaciones sexuales. Orientación sexual que se decide en cada caso según sienta cada individuo. Orientación sexual que puede evolucionar a lo largo de la vida.
En un desconcertante empeño por pretender hacer creíble lo inverosímil, nos hablan de matrimonios homosexuales y de su capacidad para la adopción de hijos, de transexualidad o de madres de alquiler. Nos fuerzan a aceptar una absurda visión del ser humano, que atenta al más elemental sentido común.
Pero la naturaleza es tozuda, y por más que queramos hablar de identidad sexual a la carta, de hecho nadie puede alterar su sexo cromosómico. A este respecto, se podía leer en la web
www.mercatornet.com, en su servicio del 14 de octubre del 2005: “Cada célula del cuerpo de una persona contiene los cromosomas que lo identifican como varón o mujer. No es sólo una cuestión de diferencia de genitales. […] La cirugía y los tratamientos hormonales pueden crear la apariencia de un cuerpo masculino o femenino, pero no pueden cambiar la realidad que subyace.”
Es llamativo este extraño empeño por liberar al hombre de su biología. Como se explica en “la sal de la tierra”, “ya no se admite que la naturaleza tenga algo que decir; es mejor que el hombre pueda moldearse a su gusto”. No podemos dejarnos engañar ni hemos de permitir que nos confundan con tanta mentira amarilla; como también decía el Cardenal Ratzinger (Creación y Pecado), “nuestro destino depende por completo de que logremos defender la dignidad moral del hombre”.

jueves, 26 de octubre de 2006

QUÉ ES EL HOMBRE (26 - OCT - 2006)

Leía hace unos días un libro escrito en el año 1981 por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, que se titula “Creación y pecado”. Y en uno de sus capítulos, el ahora Papa Benedicto XVI planteaba una pregunta que a mí me parece vitalmente necesaria. La pregunta era: “¿QUÉ ES EL HOMBRE?” Y continuaba diciendo:
“Esta pregunta se plantea como una imposición a cada generación y a cada hombre en particular […]. Cada uno debe […] decidir quién o qué quiere él ser como hombre. Cada uno de nosotros en su vida, lo quiera o no, debe responder a la pregunta de qué es el ser humano.”
Y digo que esta pregunta es vitalmente necesaria, porque, efectivamente, la vida no nos ha sido dada hecha, sino como una tarea a realizar o proyecto a llevar a cabo.
Al hilo de estas reflexiones, me venía a la memoria el recuerdo de una frase que leí hace años en un libro escrito por Viktor Frankl. El libro se titula “El hombre en busca de sentido”. Y me atrevo a asegurar que nadie que lo lea ha de quedar ni defraudado ni indiferente.
Como se sabe, este pensador y psiquiatra, discípulo de Sigmund Freud, pasó difíciles años en los campos de concentración nazis. Y allí, sufriendo las penurias de los reclusos, tiempo tuvo de pensar en esa pregunta, y de buscar respuestas. Decía en este libro antes citado: “Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre?”. Y responde: “[El hombre] es el ser que siempre decide lo que es.”
Deberíamos ponderar largamente cuál es nuestro modelo o proyecto de ser humano. Porque, efectivamente, de forma ineludible, cada persona construye con su existencia el modelo grande o mezquino que, consciente o no, ha querido ser.
Viktor Frankl terminaba su reflexión diciendo: “[El hombre] es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.”
Grandeza y villanía. A todo se puede llegar. Y no se llega a lo grande sólo con desearlo.

jueves, 19 de octubre de 2006

TOLERANCIA Y DERECHOS (19 - OCT - 2006)

Se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y más difícil de explicar. Tolerante es quien respeta la diversidad; y tolerante es también quien permite el mal, aunque no lo aprueba, porque piensa que impedirlo puede llevar consigo un mal peor todavía. A esta segunda acepción me quiero referir ahora.
Acertar cuándo es conveniente ser tolerante y cuando es mejor perseguir el mal es una cuestión nada fácil y que requiere de una gran prudencia. En ocasiones lo prudente y sabio es ejercitar la tolerancia; y desde luego hay muchas cosas que no se pueden tolerar: nadie en su sano juicio las toleraría.
La tolerancia supone una actitud generosa: la persona tolerante va más allá de lo que en justicia se le podría exigir. También supone tener convicciones: para quien no las tiene, todo le es tolerable, mientras no le incomode: lo bueno y lo malo es aquello que le conviene o no le conviene.
Alguien no identificado parece que se encarga ahora de decidir qué es tolerable y qué es intolerable. No pensar y actuar al dictado de este criterio se ha convertido en un pecado del nuevo decálogo de la doctrina de la “Educación para la Ciudadanía”.
Antaño, una determinada conducta se consideraba nociva, contraria al bien común. En aras de la tolerancia quedo despenalizada, admitida como mal menor. Ahora esa conducta se ve convertida en dogma y queda incluida en el catecismo de lo políticamente correcto; ya no se habla de tolerarla: ahora debe ser aceptada como un derecho legítimamente adquirido.
Todo ello se lleva implacablemente a cabo en un contexto de dictadura del relativismo. De la afirmación de que no cabe nunca imponer por la fuerza las propias convicciones se pasa a decir que todo debe ser tolerado. Parece que lo único verdaderamente intolerable es que alguien se atreva a expresar con libertad su propio código moral.

jueves, 12 de octubre de 2006

RELATIVISMO Y TOLERANCIA (12 - OCT - 2006)

El relativismo es una actitud que rehúye el encuentro con la verdad por miedo a perder la libertad y la felicidad. Es una postura ante la vida, un estilo de pensar en el que se evitan los términos de verdadero o falso. Especialmente en lo que se refiere al sentido de la vida y el mundo.
De la mano del relativismo viene el pánico al compromiso. Se argumenta que como no se puede conocer nada de forma definitiva, tampoco se deben tomar decisiones que entrañen un compromiso de futuro. Todo puede cambiar; todo es provisional.
En una lógica relativista, lo más importante es evadir el problema de la verdad: cualquier opinión tiene carta de ciudadanía en nuestra cultura con tal de que no se presente con pretensiones de universalidad. Y así, el relativismo trata de imponer una postura existencial: ¿qué mejor garantía para que todos los hombres puedan mantener una convivencia pacífica, que un mundo sin verdad?
Y así, se alza como valor el pensamiento débil, vacío de convicciones, que suenan siempre a peligrosas. Y así, quien pretende defender la existencia de verdades es mirado como conductor de conflictos y violencias: quien está convencido de una verdad y procura vivir en coherencia con sus convicciones es tachado de fundamentalista.
Y la verdad es que no hay peor fundamentalismo que el del pensamiento débil de quien se niega a tener convicciones. Un fundamentalismo muy peligroso camuflado bajo la máscara de la tolerancia.
Estar persuadido de la verdad no implica necesariamente tratar de imponerla a los demás. Para que exista una auténtica actitud de respeto hacia todos, son necesarias algunas verdades universalmente aceptadas, “no negociables”, empezando por el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano, presupuesto para respetar su libertad.
El relativismo choca con la entraña misma del hombre, que deseará siempre conocer el auténtico sentido de su vida, y que antes o después se harta de las mentiras de los falsos profetas de ahora, y pide con ansias que alguien le diga una verdad que explique sus inquietudes más profundas.

jueves, 5 de octubre de 2006

EL SERVICIO Y LA ALEGRÍA (5 - OCT - 2006)

Conozco algunos matrimonios que han acabado en divorcio en unos pocos años. “No era lo que me esperaba” —dicen—, ó “no me siento realizado (o realizada)”.
Conozco también muchos matrimonios que no han acabado. Sencillamente perduran. Quizá no les resulta fácil, pero se comprometieron para crear un hogar y se han entregado a esa tarea.
Y es que hay personas que no ven en el servicio una renuncia, sino un modo de dar sentido a la propia vida. Hay personas que no buscan realizarse, sino darse. Esas personas consideran la vida como servicio, no como autorrealización. Se casan para querer, para hacer feliz al otro, para darse.
Y, curiosamente, esas personas son muy felices.
Rabindranath Tagore escribió estos versos muy conocidos: Dormía y soñaba que la vida no era sino alegría. / Me desperté y vi que la vida no era sino servicio. / Serví, y comprendí que en el servicio estaba la alegría.
Y en el Quijote se lee: “las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”. Quizá quien se obsesiona en realizarse, de tan triste que resulta esa corta meta, se animaliza. A veces vale la pena darse una dosis de humanidad y pensar en los demás, en los de la propia casa.