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jueves, 12 de octubre de 2006

RELATIVISMO Y TOLERANCIA (12 - OCT - 2006)

El relativismo es una actitud que rehúye el encuentro con la verdad por miedo a perder la libertad y la felicidad. Es una postura ante la vida, un estilo de pensar en el que se evitan los términos de verdadero o falso. Especialmente en lo que se refiere al sentido de la vida y el mundo.
De la mano del relativismo viene el pánico al compromiso. Se argumenta que como no se puede conocer nada de forma definitiva, tampoco se deben tomar decisiones que entrañen un compromiso de futuro. Todo puede cambiar; todo es provisional.
En una lógica relativista, lo más importante es evadir el problema de la verdad: cualquier opinión tiene carta de ciudadanía en nuestra cultura con tal de que no se presente con pretensiones de universalidad. Y así, el relativismo trata de imponer una postura existencial: ¿qué mejor garantía para que todos los hombres puedan mantener una convivencia pacífica, que un mundo sin verdad?
Y así, se alza como valor el pensamiento débil, vacío de convicciones, que suenan siempre a peligrosas. Y así, quien pretende defender la existencia de verdades es mirado como conductor de conflictos y violencias: quien está convencido de una verdad y procura vivir en coherencia con sus convicciones es tachado de fundamentalista.
Y la verdad es que no hay peor fundamentalismo que el del pensamiento débil de quien se niega a tener convicciones. Un fundamentalismo muy peligroso camuflado bajo la máscara de la tolerancia.
Estar persuadido de la verdad no implica necesariamente tratar de imponerla a los demás. Para que exista una auténtica actitud de respeto hacia todos, son necesarias algunas verdades universalmente aceptadas, “no negociables”, empezando por el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano, presupuesto para respetar su libertad.
El relativismo choca con la entraña misma del hombre, que deseará siempre conocer el auténtico sentido de su vida, y que antes o después se harta de las mentiras de los falsos profetas de ahora, y pide con ansias que alguien le diga una verdad que explique sus inquietudes más profundas.

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