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jueves, 2 de noviembre de 2006

SEXO Y GÉNERO (2 - NOV - 2006)

La nueva doctrina del hombre seudo-liberado nos quiere convencer de que las diferencias entre hombre y mujer son puramente convencionales, meras construcciones sociales, felizmente superadas. Ahora lo políticamente correcto es aceptar que el género (es extraño: ya no se habla de sexo sino de género) es algo que se construye, algo a lo que se opta.
Nos insisten en que no hay dos sexos, sino diferentes y variadas orientaciones sexuales. Orientación sexual que se decide en cada caso según sienta cada individuo. Orientación sexual que puede evolucionar a lo largo de la vida.
En un desconcertante empeño por pretender hacer creíble lo inverosímil, nos hablan de matrimonios homosexuales y de su capacidad para la adopción de hijos, de transexualidad o de madres de alquiler. Nos fuerzan a aceptar una absurda visión del ser humano, que atenta al más elemental sentido común.
Pero la naturaleza es tozuda, y por más que queramos hablar de identidad sexual a la carta, de hecho nadie puede alterar su sexo cromosómico. A este respecto, se podía leer en la web
www.mercatornet.com, en su servicio del 14 de octubre del 2005: “Cada célula del cuerpo de una persona contiene los cromosomas que lo identifican como varón o mujer. No es sólo una cuestión de diferencia de genitales. […] La cirugía y los tratamientos hormonales pueden crear la apariencia de un cuerpo masculino o femenino, pero no pueden cambiar la realidad que subyace.”
Es llamativo este extraño empeño por liberar al hombre de su biología. Como se explica en “la sal de la tierra”, “ya no se admite que la naturaleza tenga algo que decir; es mejor que el hombre pueda moldearse a su gusto”. No podemos dejarnos engañar ni hemos de permitir que nos confundan con tanta mentira amarilla; como también decía el Cardenal Ratzinger (Creación y Pecado), “nuestro destino depende por completo de que logremos defender la dignidad moral del hombre”.

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