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jueves, 12 de abril de 2007

AMOR Y FIDELIDAD (12 - ABRIL - 2007)

Hace unos días me dijo un amigo: “mi mujer me quiere con obras; yo quizá la quiero más con las palabras”.
Mi amigo es hombre de hechos probados. Pero me pareció una confesión preciosa. Primero porque muestra que mi amigo se sabe querido; y eso es muy importante. Todos necesitamos una respuesta válida a la pregunta de ¿quién me quiere a mí? “Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada.”
[1] Por otro lado, mientras mi amigo sepa cuánto le queda por querer de verdad, las cosas irán bien en esa casa.
Llaman dichosos a quienes se casan con la persona a la que quieren; y más dichosos son los que aman a la persona con la que se han casado. Que el amor no es un punto de partida; es un punto de llegada, una meta, una razón para vivir: no me caso contigo, sólo, porque te quiera; me caso contigo, sobre todo, para quererte. “El amor es la ley fundamental y el objetivo esencial de la vida.” “Amar es arriesgarse a una aventura que dura toda la vida.”
[2]
Lewis, en su libro “Lejos del Planeta silencioso”, explica que el amor es algo que se toma toda la vida: “Cuando [uno] es joven debe buscar su compañera; después tiene que cortejarla; luego engendra hijos; después los educa y después recuerda todo esto y lo hace vivir dentro de él transformándolo en poemas y sabiduría. […] Dices que hay poetas en tu mundo, ¿no te enseñan ellos esto?”
[3].
Chesterton sí lo enseñaba. Explicaba que la libertad que más estimaba era la de obligarse a sí mismo. Se preguntaba qué sentido podía tener una promesa de la que no importa su cumplimiento. “Si juro fidelidad, —decía— ha de caer sobre mí la maldición en caso de infidelidad, o ya no tiene sabor la promesa.” “Yo necesito sentir que me obligo con mis pactos; que mis juramentos y compromisos son tomados en serio.”
[4]

[1] Card. Joseph Ratzinger. “Dios y el Mundo”.
[2] Ibid.
[3] C. S. Lewis. “Lejos del planeta silencioso”.
[4] Chesterton. “Ortodoxia”.

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