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jueves, 21 de junio de 2007

LA AVENTURA DE LA MUERTE (21 - JUNIO - 2007)

Peter Pan, abandonado por los piratas, atado a una roca que emerge en la laguna de las sirenas, espera la subida de la marea que le ha de ahogar. Allí espera asombrosamente tranquilo el momento de su muerte. “La muerte ha de ser una gran aventura”, se dice a sí mismo. Y sí que tiene que serlo. Tanto como la vida.
Una vez me contó un amigo cómo logró perder el miedo a la muerte: reflexionando sobre ella, se dio cuenta de que un segundo después de morir podría seguir diciendo “¡yo!”, y esa palabra seguiría teniendo para él el mismo y pleno significado que hasta un instante anterior había tenido.
De alguna manera piensan así todos los que a lo largo de la historia, y hoy, han tenido un motivo para vivir más fuerte y valioso que su misma vida. Personas que se atreven a la aventura de la muerte, porque su vida no es lo único que tienen. Les merece la pena consumir su vida, y la tienen empeñada a cambio de bienes más altos. Es gente que sabe querer: sólo el amor es más fuerte que la muerte.
Otros andan ocupados en lo que llaman calidad de vida, o la sociedad del bienestar. O llenan su vida de ambiciones personales, en su afán de poder, o de prestigio, o de dinero, o de placer. Violentan que todo se amolde a su propia horma. La muerte nunca les viene bien: ésa es una aventura para otros, porque su ambición no trasciende a su propia vida.
Aún queda un tercer grupo de personas, que no se mueven ni por ambiciones, ni por amores, sino por odios, que les llevan a tomar la vida de otros. No están dispuestos a morir, pero sí están dispuestos a matar. No quieren para sí la aventura de la muerte, pero embarcan a otros en ella: son los “capitanes araña” de la muerte.
Y en esta gran aventura de la vida, unos respetan la vida e ideales de los que ya murieron; otros seguirán matando, o intentándolo al menos, porque siguen odiando; ojalá no haya quienes mercadeen, a merced de sus ambiciones, con los valores por los que otros afrontaron la aventura de la muerte.

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