Leía hace unos días en “El amor que da vida”, de Kimberly Hahn, lo siguiente: “Nuestra sociedad actual ha rechazado la llamada a instaurar una cultura de la vida en la que hombres, mujeres y niños, que han sido creados por Dios, sean respetados por sí mismos y no sean vistos como medios para alcanzar un fin. […] Tenemos una ética que reconoce el valor inherente a la vida de todo ser humano, por la única razón de que cada persona está hecha a imagen y semejanza de Dios. Pero nuestra cultura ha cambiado esta ética por una ética llamada «de calidad de vida», que basa el derecho a vivir de una persona en un juicio de valor subjetivo que se centra en si a la sociedad le merece la pena esa persona.
Tenemos que descubrir las raíces de la guerra cultural entre la vida y la muerte que se propaga a nuestro alrededor. No es demasiado tarde para restaurar la cultura de la vida.”
Es verdad que nunca es tarde para sumarse a la batalla por la vida. Me acordaba de otro texto que leí, escrito en el año 1981 por el entonces Cardenal Ratzinger, que decía: “nuestro destino depende por completo de que logremos defender la dignidad moral del hombre”.
Pero… ¿qué es y en qué se fundamenta nuestra dignidad? He aquí otro texto del Card. Ratzinger que ofrece una respuesta clara y preciosa: “[Cada hombre] ha sido llamado por [Dios]; […] es conocido y amado por Dios; ha sido querido por Dios. […] La vida humana está bajo la especial protección de Dios, porque cualquier hombre, por pobre o muy acaudalado que sea, por enfermo o achacoso, por inútil o importante que pueda ser, nacido o no nacido, enfermo incurable o rebosante de energía vital, cualquier hombre lleva en sí el aliento de Dios, es imagen suya. Esta es la causa más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana. […] Allí donde ya no se ve al hombre como colocado bajo la protección de Dios […] allí es donde comienzan a surgir las consideraciones acerca de su utilidad, allí es donde surge la barbarie que aplasta la dignidad del hombre.”
Tenemos que descubrir las raíces de la guerra cultural entre la vida y la muerte que se propaga a nuestro alrededor. No es demasiado tarde para restaurar la cultura de la vida.”
Es verdad que nunca es tarde para sumarse a la batalla por la vida. Me acordaba de otro texto que leí, escrito en el año 1981 por el entonces Cardenal Ratzinger, que decía: “nuestro destino depende por completo de que logremos defender la dignidad moral del hombre”.
Pero… ¿qué es y en qué se fundamenta nuestra dignidad? He aquí otro texto del Card. Ratzinger que ofrece una respuesta clara y preciosa: “[Cada hombre] ha sido llamado por [Dios]; […] es conocido y amado por Dios; ha sido querido por Dios. […] La vida humana está bajo la especial protección de Dios, porque cualquier hombre, por pobre o muy acaudalado que sea, por enfermo o achacoso, por inútil o importante que pueda ser, nacido o no nacido, enfermo incurable o rebosante de energía vital, cualquier hombre lleva en sí el aliento de Dios, es imagen suya. Esta es la causa más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana. […] Allí donde ya no se ve al hombre como colocado bajo la protección de Dios […] allí es donde comienzan a surgir las consideraciones acerca de su utilidad, allí es donde surge la barbarie que aplasta la dignidad del hombre.”
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