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jueves, 21 de diciembre de 2006

NAVIDAD (21 - DIC - 2006)

Dentro de pocos días será la Navidad. No debo hablar de otra cosa. Llevamos semanas preparándonos para esta gran fiesta.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “la venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos.” (CEC 522) Siglos de espera de Dios, ansioso de venir al encuentro del hombre, de cada hombre y cada mujer. El mundo, el Universo entero, es el decorado que Dios ha creado para este encuentro. Como decía hace unos años el entonces Cardenal Ratzinger, “Dios ha creado el Universo para poder hacerse hombre y desparramar su amor.” (“Creación y pecado”)
Una eternidad esperando es algo que produce vértigo. Por eso es necesario prepararse. Y ayudar a los más pequeños a enamorarse de este acontecimiento. Y poner en casa un Nacimiento. Y cantar algunos villancicos. O leer en familia el capítulo 2 del Evangelio de San Lucas.
Recuerdo el Belén que se pone en casa de mi madre. Hasta el 24 por la noche, después de la Misa de Gallo, la cuna está vacía. Cuando era pequeño, buscaba entre las cosas de mi madre al Niño Dios. Buena pedagogía la de mi madre que me enseñaba a esperar esa venida.
Me gusta leer cada Navidad un libro que se titula “El Belén que puso Dios”, de Enrique Monasterio. Allí explica el autor que “la Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento”. Es verdad que estas fechas vienen cargadas de recuerdos, y de sensaciones gratas. Pero lo serán siempre mejores si no perdemos de vista la trascendencia de lo que celebramos. “Es el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le reservemos un rincón limpio; que nos lavemos las orejas para oír el villancico de los ángeles en la Nochebuena; que nos quitemos la roña acumulada, acudiendo al estupendo detergente de la Penitencia.”
Feliz Navidad, y que el Niño Dios nos bendiga a todos.

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