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jueves, 21 de septiembre de 2006

LOS CUENTOS Y LOS NIÑOS (21 - SEPT - 2006)

Me contaba un amigo mío que, desde hace unas semanas, ha comenzado a leer a sus hijas, cada noche, unas páginas de “Crónicas de Narnia”. Ya acostadas ellas, les lee.
Siete libros forman la colección de Narnia. Alrededor de diez meses de lectura, a razón de unas pocas páginas diarias. Aventuras épicas, ejemplos de sacrificio y entrega, de generosidad y lealtad, de redención, sabiduría, respeto a los sagrado, la lucha del bien y el mal,… y la muerte y el cielo y la eternidad. Todo eso verán esas niñas de la mano de su padre. Buen programa.
Me alegré por esas niñas, que tienen un padre que les dedica un tiempo cada noche a leerles cuentos. Y me acordaba, cuando él me lo contaba, de lo que dice Gilbert Keith Chesterton en su libro titulado “Ortodoxia” sobre los cuentos y sobre los valores que ellos enseñan: Allí habla Chesterton de “La Bella y la Bestia” y de cómo hay que amar a las personas y cosas aún antes de que sean amables. Y habla de “la Bella Durmiente” y de cómo la criatura humana, al nacer, entre los dones de bendición recibió también la maldición de la muerte; y de cómo la misma muerte puede desvanecerse hasta convertirse en un sueño. Y habla de “Juanito el matador de gigantes” donde hay que matar a los gigantes porque son gigantes y muestra así un ejemplo de rebelión varonil contra el orgullo injustificado.
Y compara a la Cenicienta con la Virgen María, —“la Magnífica”, la llama—, y muestra la grandeza que descansa en la sencillez y la humildad hasta encandilar al Todopoderoso. Así lo canta María en el Magnificat. Y así lo vemos en la grandiosa sencillez de la protagonista de este cuento de hadas.
Seguro que todo eso es mucho más constructivo que una tarde de videoconsola. Y para un padre, desde luego, más sacrificado. Pero vale la pena.

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